miércoles, 3 de septiembre de 2008

Puntos suspensivos...




Una caricia más se derrama de sus manos y la sensación de vació se apodera de ella nuevamente. Una caricia que buscaba llegar a él... pero tuvo que quedarse a mitad de camino, detenida en el tiempo, suspendida en el espacio. Y una lágrima, una lágrima que quiere asomarse pero se queda, tímida, detrás de la puerta.
Un abrazo partido en el intento de alcanzarlo y ser retribuido... y en el aire, polvo, silencio, partículas imperceptibles que los separan.
Una esquina. Una parcial despedida. Un desahogo ahogado. Asfixiado.
A ella se le escapa querer abrazarlo, besarlo, rodearlo, envolverlo...pero se contiene, en un esfuerzo doloroso se contiene.
Y sí, duele, y tanto duele que no puede respirar.
Otra vez tiene miedo, y aunque intente no pensar en ello, no logra evitar la sacudida y la angustia crece, y va trepando como una enredadera enamorada del muro en su cuerpo, y la atrapa, la ejecuta... la anula.
Porque en realidad, ese beso dilapidado, ese abrazo no entregado...esa caricia desperdiciada...se consumen en el recuerdo de lo que pudo haber sido...y no fue; de lo que pudo haber hecho...y no hizo. De la vacilación. De estar midiendo, racionando, y entregando sólo porciones de su ternura, mordiscos de sus palabras...únicamente por no saber si él quiere recibirlas.
Y duele, y es un dolor que padece callada, en silencio...muda, queriendo gritar con los ojos. Y él no la mira, no lo advierte.
Ella entiende, ella acepta.
Y también quiere poder entender un poco más, pero no lo consigue.
Y quiere sentir. Quiere reír.
Y siente. Y ríe.
Pero en realidad, ese beso no besado, ese abrazo no enlazado... esa caricia desaprovechada...no duelen más por no haber sido dados...sino que punzan, lastiman...por miedo a que él no quiera recibirlas en ese dónde y en ese cuándo...en ese lugar y en ese momento.